Desvarío Insomne

Si pudiera elegir en qué creer sería todo más fácil. Claro que estoy diciendo una obviedad pero hoy siento ésto tan carne que me quita el sueño.
Es realmente difícil moverse por el mundo determinando direcciones de timón cuan velero en medio de un océano inexistente e inexplorado. De repente uno se encuentra en medio de mil quehaceres, compromisos e historias pasadas conformando el paisaje y, con  el ancla clavada deteniendo el tiempo, sencillamente (la mayoría de las veces) no se entiende nada.



Hay quienes dicen que seguir el instinto es optar por la verdadera ruta. Otros piensan que no hay que hacer demasiado espamento hasta no meditar la situación con la almohada. Hay quienes están convencidos de que es posible  lograr un equilibrio entre ambas opciones y creo que allí es donde todos queremos izar nuestras velas: sople el viento que sople, comprender cuáles son nuestras herramientas, cuánto ponemos en juego en la dirección y velocidad a la que nos conducirá nuestra actitud y, al mismo tiempo, contar con el amparo absoluto de nuestro latido más animal, si es que nos queda uno. 

Yo me reconozco como humana deliberadamente torpe. Hormonal. Lunática. Y un tanto paranoica cuando pongo el play en mi lado racional. Será por eso que voy por la vida elevando y bajando velas sin demasiado cuidado ni estrategia. Me guía una sensibilidad que llama la atención en los testigos de la ruta que casi sin querer, contruyo. Y en esas miradas ajenas veo guiños de complicidad y cejas que claramente desaprueban mi actitud o dan, alegremente, rienda suelta a mi aventura. 

Pero eso sí, hay algo concreto como el asfalto (guiño): definitivamente, el mundo no  está acostumbrado a mí. Cosa que no es buena ni mala poque creo que yo tampoco me termino de acostumbrar al mundo y allí es donde no tengo motivos para ofenderme porque, querido mundo: estamos a mano.

Como sea.  Soy torpe pero no tonta y la tranquilidad que desde algún lugar me acompaña ante las reflexiones, es que el mundo tiene un montoncito de gente que no se acostumbra más que a ver crepúsculos, gozar de un amor real o platónico con la misma fuerza, respirar profundo a orillas de un eucalipto, tocar con la nariz los ojos de alguien, bostezar ante los discursos, reír en medio del llanto y, por supuesto, llorar en medio de la risa. Hay un puñadito de gente que cree que el mundo puede ser mejor y entonces apagan los televisores y se hablan con las miradas, se cortan el pelo cuando la luna les pesa en la nuca, se pintan las uñas de colores raros, hacen el amor en cines, se escapan de las iglesias y los juramentos eternos, bailan en conferencias y dicen, entre sueños, con un susurro a la persona que le acaricia los pies, una de las verdades más bellas que nos toca sentir: te quiero.

Entonces, éste desvarío resume un equilibrio que invento para explicarle a mi insomnio una verdad que me regresa el aliento: quién puede asegurar que mi verde se ve de la misma manera que el tuyo? nadie... y ya que no puedo elegir en qué creer, sí elijo en qué dudar cuando miro pal frenchi, con el pelo descontrolado en mi rostro o no, preguntando con respeto y curiosidad innata, cuántos soles escondés bajo la manga? 

Dame siempre sueños. Chau...


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