Baires II



Hoy he visto el atardecer desde los techos sucios de Buenos Aires. El contraste con lo caótico del pavimento, allá en lo alto, ha sido un deleite de contemplación. Los autos rugen. Los hombres también. Pero luego, las campanas crean la noche y asoma a través de ella una luna muy llena que burla toditas las luces e incluso,  la ciudad. Aquí y allá distingo la estrella. Distingo el amor, el tiempo de paz. Mi constelación logra romper la imagen del globo y los límites se derriten como chocolate o vela cansada.Es un jueves de marzo y el mar de asfalto palpita expandiéndose por todos lados. Las sombras son filosas. Siento placer, sorpresa y ecos del pasado que son silencio, al fin se van. En este nuevo tiempo no hay límites, secuaces. Al menos...no acá.Tengo ámbar en los dedos, peperinas que me espían y un sudor cítrico que me estremece la piel.Los  espacios están repletos de movimientos indescifrables, desposeídos de horizonte, de fronteras. 

                         

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